"[...] En primer lugar, una revolución no se produce sin causa. Los que crean que nosotros somos los causantes de la Revolución, se equivocan; los causantes de la Revolución, paradójicamente, son los que no pueden querer la Revolución. No habría Revolución si no hubiese existido tanta injusticia en nuestro pueblo.
Es bueno partir de esta base: de que la culpa de que nuestro país se vea envuelto en una revolución la tiene los grandes abusos que se cometieron durante tantos años con nuestro pueblo, la tiene la explotación a que se veía sometido el país, a que había estado sometido siempre. Cualquiera comprende que sin esas circunstancias no habría tenido lugar una revolución en nuestro país.
La Revolución era, pues, una necesidad, y la Revolución se está haciendo, y la Revolución ¡se hará!
Y ¿que es una revolución? ¿Es, acaso, un proceso pacífico y tranquilo? ¿Es, acaso, un camino de rosas? La Revolución es, de todos los acontecimientos históricos, el más complejo y el más convulso. Es una ley infalible de todas las revoluciones, y la historia lo enseña; ninguna revolución verdadera dejo de ser, jamás, un proceso extraordinariamente convulso, o, de lo contrario, no es revolución. Cuando hasta los cimientos de una sociedad se conmueven, y solo la revolución es capaz de conmover los cimientos y las columnas sobre las cuales se erige un orden social, como solo una revolución es capaz de conmoverlos, y si esos cimientos no se conmueven, la revolución no tendría lugar, porque una revolución es algo así como destruir un viejo edificio para construir un edificio nuevo, y el nuevo edificio no se construye sobre los cimientos del edificio viejo. Por eso, un proceso revolucionario tiene que destruir para poder construir.
[...]
Sin embargo, como no hay mejor lección que los hechos, era necesario que los hechos vinieran a enseñarnos, era necesario que los propios hechos condujeran al pueblo, a la gran masa del pueblo, a una comprensión mejor de lo que es una revolución; y, sobre todo, en primer lugar, que una revolución no es un camino de rosas, y que una revolución es una lucha a muerte entre el futuro y el pasado, y que la propia naturaleza de todo proceso revolucionario hace imposible toda otra alternativa; el choque de intereses es demasiado enconado en una revolución para que pueda ser de otra manera. El viejo orden se resiste siempre a morir, y el nuevo orden, la nueva sociedad, el nuevo mundo que se forja en una revolución, pugna con todas sus energías para sobrevivir; la lucha se convierte para ambas fuerzas en una cuestión vital: o las contrarrevoluciones destruyen a las revoluciones, o las revoluciones destruyen a las contrarrevoluciones.
[...]
Pero en nuestro país ocurría, además, una circunstancia especialísima, porque el apoyo más poderoso de la contrarrevolución, su fuerza principal, no era, sin embargo, ese lumpen de miserables, de parásitos, de explotadores, de asesinos, de viciosos y de cobardes. El apoyo más poderoso de la contrarrevolución era el apoyo de una fuerza que se hace sentir en todo el mundo, de una fuerza muy poderosa; tan poderosa, que hoy es el freno principal del avance de la humanidad; tan poderosa, que crea conflictos en todos los continentes del mundo; tan poderosa, que interfiere en los problemas de una gran parte de las naciones del mundo; tan poderosa, que aspira a decidir destinos y, en muchos casos, decide destinos de pueblos.
El apoyo fundamental de la contrarrevolución en Cuba vino a ser, necesariamente, el apoyo de los grandes monopolios extranjeros, es decir, el apoyo de las grandes fuerzas imperialistas. Tan poderosa, tan poderosa es esa fuerza, que en América, ¿cuántos son los gobiernos que pueden decirle “no”?, ¿cuántos son los políticos que pueden decirle “no”? Tan poderosa es esa fuerza, que entre tantos pueblos de América, son pocos, muy pocos, los políticos, y son verdaderas excepciones los gobiernos que pueden decirle “no”. Tan poderosa, tan poderosa es esa fuerza, que la mayor parte de los hombres públicos, y la inmensa mayoría de los gobernantes de este continente y de los demás continentes, siempre tienen que decir “yes”. Y nuestro pueblo le dijo al poderoso, al poderoso, al que muchos le decían “yes”, ¡nuestro pueblo le dijo “no”! Pero no es fácil pronunciar la palabra “no” ante un poderoso.
El “no” de los pueblos no se pronuncia impunemente ante el rostro de un imperio poderoso. La Revolución Cubana tenía que ser, necesariamente, ese “no” al imperialismo, y el imperialismo decidió destruir a esa Revolución que pronunció la palabra “no”, desentonando con el coro infame de los que siempre han dicho “yes”.
[...]
La lucha de la Revolución Cubana se vino a convertir en una epopeya, la epopeya de una revolución que tiene lugar en un país pequeño, en lucha contra el más poderoso imperialismo de los tiempos contemporáneos, y ese poderoso imperialismo ha puesto todos sus servicios y todos sus recursos al lado de la contrarrevolución. El imperialismo se convirtió en jefe de la contrarrevolución, y en este minuto nos vemos envueltos en una lucha en la cual la contrarrevolución cuenta con todo el apoyo de ese poderoso imperio.
Quizás ese sea el mayor mérito de nuestra Revolución; quizás ese sea el mayor mérito que la historia reconozca a nuestra Revolución; que no se enfrenta a un enemigo pequeño, sino a un enemigo muy poderoso, y ese enemigo poderoso ha sido el encargado de “revolver la gusanera” aquí en nuestro país agitado. Y los gusanos se han removido, los gusanos se han agitado.
[...]
Nosotros hemos aceptado todas las contingencias de esta lucha; nosotros, serenamente, estamos prestos a afrontar lo que sea necesario afrontar. Por tanto, para nosotros no hay camino incierto, todos los caminos para nosotros, es decir todo lo que nos conduce o nos espera en el futuro, es cierto; porque nosotros nos hemos trazado una línea y cualquiera que sea nuestro destino, será siempre un gran destino, porque grande es el destino de los pueblos que triunfan ¡y grande es el destino de los pueblos que saben morir antes que aceptar la derrota! Nosotros jamás seremos vencidos. Para los que defendemos una causa justa, ¡la derrota no existe!
[...]
Y no pensamos solamente en Cuba, que sería egoísta, pensamos también con tristeza en los sacrificios que una agresión a nuestro país implicaría para otros pueblos, los peligros que pueda implicar para la humanidad, porque por encima de los hombres, de los individuos, están las naciones, ¡y por encima de las naciones esta la humanidad!
Por eso, hoy, al marcharnos para nuestras casas, o para nuestros puestos, debemos llevar el sentimiento de que estamos viviendo un minuto trascendental de la historia de nuestro país y de la historia del mundo, y llevémonos la convicción de que nuestra consigna de ¡Patria o Muerte! es no solo una consigna en nombre de la patria, sino también en nombre de la humanidad."
do discurso de Fidel Castro no desfile na Plaza Civica a 2 de Janeiro de 1961.
A História absolvê-lo-á.
*diria Che Guevara.
sábado, fevereiro 23, 2008
Hasta la victoria, siempre!*
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1 comentário:
Hasta la vitoria siempre!!
Arriba, Cuba!
Salud, Fidel!
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